Galope colombiano en el “Rómulo Gallegos”
Por | Ciro Alfonso Contreras
En toda Latinoamérica, tal y como ocurría en las carreras de bicicleta de los años setenta, el Premio “Rómulo Gallegos” se convirtió en una “exclusiva galopada hecha para los colombianos”.
Efectivamente, como en unos Juegos Olímpicos, Colombia va primero en el reparto de medallas del codiciado galardón “con cinco doradas” en diecinueve competiciones.
¿Pero qué ha sucedido…?
A un año de la última entrega del singular honor, atesorado por el ilustre ignorado Pablo José Montoya, percibido como un batacazo, el gran derrotado también se halla en el país de los vencedores.
El más insigne y notorio Daniel Samper Pizano.
La misma técnica aplicada para las bregas deportivas, antes de saberse el ganador, ocupó a la prensa neogranadina que especulaba con unos pronósticos, nadie sabe cómo y de qué lugar extraídos.
Por ejemplo, El Universal de Cartagena sorpresivamente tituló a menos de una semana de la crematística decisión:
“Cuatro colombianos entre los finalistas del Premio de novela Rómulo Gallegos”.
¿Cuatro…?
¡Caramba…!
Nada decían, sin embargo, de «Jota, caballo y rey» la divertida historia escrita por Daniel Samper Pizano, donde un Presidente colombiano, Gustavo Rojas Pinilla, ve reducida su popularidad por un caballo de carreras de nombre «Triguero«.
Eran otros los escritores colombianos listos para subir a lo más alto del podio, como en el Tour de Francia.
Héctor Abad Faciolince con “La oculta”.
«Lo que no tiene nombre» de Piedad Bonett.
“Tierra quemada» del fallecido Óscar Collazos.
Y la novela vencedora «Tríptico de la infamia» de Pablo José Montoya.
Había también una lejanísima oportunidad para otros, de otras naciones, de acuerdo a los sibilinos periodistas neogranadinos.
«Amor, cuídame de ti» del mexicano Dante Medina.
“Fuerzas especiales» de la chilena Diamela Eltit.
Y «Larga noche hacia mi madre» del costarricense Carlos Cortés.
Otra cosa más…
En las 162 novelas inscritas nada que aparecía una mínima opción venezolana.
No cubrían las expectativas del exigente jurado.
Ni Jackeline Goldberg, ni Humberto Acosta.
Ni Julio Parra Romero, ni Luis Manuel Marcano.
Triunfó la “visión aguda de la Europa del siglo XVI, marcada por las guerras de religión y el encuentro con América”.
Una novela que las nuevas generaciones no van a leer, ni leerán jamás, a sabiendas cómo están las cosas en el siglo del permanente asombro tecnológico.
Ciro Contreras |cialco13@gmail.com
Sobre el Premio
El Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, creado con la finalidad de perpetuar y honrar la obra del eminente novelista y estimular la actividad creadora de los escritores de habla castellana, fue instituido en agosto de 1964, mediante el decreto n.° 83, firmado por el entonces presidente de la República, Raúl Leoni, correspondiendo su ejecución al Ministerio de Educación que, a su vez, lo remitió al desaparecido Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (Inciba). El premio en metálico, además de medalla de oro y diploma, era de cien mil bolívares (Bs. 100.000).
La I Edición fue entregada el 2 de agosto de 1967. Había trece jurados, distribuidos entre todos los países de habla hispana, quienes remitían su veredicto a un jurado internacional constituido por Andrés Iduarte (México), Benjamín Carrión (Ecuador), Fermín Estrella Gutiérrez (Argentina), Juan Oropeza (Venezuela) y Arturo Torres Rioseco (Chile).
Por tratarse de un jurado internacional, receptor central de veredictos, tan sólo se requería seleccionar entre las obras representativas que concurrieron al certamen, según la recomendación de tres jurados nacionales erigidos en los respectivos países. Concurrieron a esta convocatoria diecisiete novelas. A pesar de que en las bases se estipulaba que no se nombrarían finalistas, la prensa nacional señaló como tales a las obras Los burgueses, de Silvina Bullrich (Argentina) y Juntacadáveres, de Juan Carlos Onetti (Uruguay).
El jurado nacional de Venezuela, en el cual figuraban Fernando Paz Castillo, Pbro. Pedro Pablo Barnola S.J. y Pedro Díaz Seijas, estaba facultado para llevar cualquier novela a la consideración del jurado internacional y, en uso de esta licencia, recomendó La casa verde, del escritor peruano Mario Vargas Llosa, obra que resultó favorecida por sus innegables cualidades literarias y superioridad innovadora. La entrega de esta primera edición contó con la presencia del Maestro Rómulo Gallegos.
A partir del 17 de septiembre de 1986, por Decreto presidencial, todo lo relativo a la organización y otorgamiento del premio se transfirió a la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
En la edición XVIII del certamen, el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, entregó personalmente el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos al escritor puertorriqueño Eduardo Lalo, autor de Simone, la obra ganadora, en acto realizado en la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño, el viernes 2 de agosto de 2013. Estuvo acompañado por el entonces ministro del Poder Popular para la Cultura, Fidel Barbarito, y Roberto Hernández Montoya, presidente de la Fundación Celarg.
T/ Prensa Celarg