El libro está disponible en el stand de Negro Sobre Blanco en la Filven 2015. (stand 124)
Sobre Ponzoña de Paisaje, de José Pulido
Cuando me ofrecieron la posibilidad de leer Ponzoña de paisaje, no pude sino sorprenderme por la posibilidad de leer la novela inédita de un autor de amplísima trayectoria en el espectro literario venezolano. Acepté sin pensarlo y enseguida comencé. Mi primer encuentro con su autor — ¡y entre los primeros en leerla! —. Un título frontal y sugerente, como frontal y sugerente es su narrativa, su historia.
Novela bien armada, bien orquestada y con un cuidado que nos habla de la pericia en el arte de la narrativa. He leído Ponzoña de Paisaje con gran placer, diversión y provecho. Se trata de una novela estructurada a través de un laberinto de momentos aparentemente inconexos que terminan convergiendo de manera pulcra y precisa. El lector no queda a la deriva; es continuamente guiado por el autor —que nos grita a través de sus diálogos y escenas—, anunciando el punto de encuentro entre las distintas historias.
El lirismo del lenguaje tiene una eficacia impresionante. Por debajo de las astucias estéticas y narrativas está nuestro dialecto, esa forma tan nuestra de decir las cosas. Los venezolanismos y neologismos, en oposición al arcaico lenguaje universalista de otros escritores del ámbito hispano, son tratados con tal cuidado que, a las pocas páginas, la empatía es evidente e irrefutable.
Ponzoña de paisaje es una novela que abarca todo lo abarcable en el terreno de lo mundano. Desde la carga trágica de la frontera hasta las certezas (e incertidumbres) de nuestra relación con Dios —o con lo que fuere—. Su autor tensa el arco del lirismo, otorgando —a pesar del carácter «narrativo de la obra»— un canto, una prosa rítmica que no deja indiferentes. Un encanto agridulce tiene esa mezcla de narrativa indefectiblemente poética y la violencia de lo contado. Se trata de una novela rodeada de desesperanza, dolor y desasosiego, sentimientos bordeados por las sutiles pinceladas del amor materno y un elogio a la vida reflejado en el más dulce y afable sentimiento de culpa.
Por: Richard Sabogal